miércoles, 8 de diciembre de 2010

Capitulo 1 de 3

Lo único que podíamos hacer ahora era correr. Escapar y tratar de escondernos de ese peligro inminente que parecía estar empecinado en seguirnos. En cada lugar en el que estábamos mas de un día comenzaban a pasar cosas extrañas. La gente comenzaba a morir, y sabíamos que eramos los objetivo de esos ataques frustrados. Los noticieros locales estallaban en desesperación apenas siquiera nos posábamos en algún pueblo. Hacía tanto tiempo que las cosas eran así que casi no podía recordar como había comenzado. Casi. Una mañana como cualquiera en el orfanato en el que vivíamos, mientras descansaba en mi cuarto escuché los gritos desesperados de la encargada. Me paré de un salto de mi cama y baje la escalera, me sudaban las manos. Para cuando llegue a donde estaba la encargada me sudaba todo el cuerpo por los nervios. La mujer lloraba desesperada y tenía en brazos un pequeño cuerpo bañado en escarlata sin vida. La imagen me quedó grabada en la retina, ya hasta el día de hoy tengo miedo de cerrar los ojos y volvernos a encontrar. Nunca había visto un muerto, y a mis 17 años fue algo que verdaderamente me impresionó. Mi hermana estaba parada al lado de la encargada con los ojos en blanco, la boca abierta y el cerquillo pegado a la frente. Cuando notó mi presencia me hizo señas de que la siguiera. Me llevó a la cocina y me tomó el brazo con preocupación.
-Yo vi cuando sucedía Francisco. Lo vi, como Rossana estaba jugando y la agarraban, y la mataban en el bosque. Lo vi todo- Me dijo desesperándose.
La tomé en mis brazos con fuerza, y ella me sostuvo un segundo, para luego correrse y mirarme directamente a los ojos.
-Tenemos que irnos. Quien lo hizo, quien lo hizo me vio Francisco, tenemos que irnos de acá.-
Y así comenzamos a huir. Y el asesino comenzó a seguirnos.

Era llegar a un pueblo para que la gente a nuestro al rededor desapareciera o muriera. La dueña del bar donde habíamos comido, el dueño de la posada donde habíamos planeado dormir. No podía ser coincidencia. Ya simplemente parecía que se había vuelto casi un deporte. Mas que matarnos era perseguirnos, aterrorizarnos. Pero no iba a arriesgarme a que la persecución al final le aburriera.
Y es así que mi hermana y yo huíamos cada vez que las cosas comenzaban a tener sentido. 

Celeste tenía solamente 12 años, no era una vida para ella la que estábamos llevando y yo lo sabía. En mi afán de proteger a mi hermana de lo que nos sucedía nunca me quedaba claro si le hacía mas o menos daño que nuestro sigiloso asesino.
Pero no podía arriesgarme. Celeste era lo mas importante en mi vida, y no podía permitir que nadie la lastimase.



Continuará...

1 comentario:

  1. aaaaaah me re dejaste con la intriga :(
    sabés? me encanta como escribís :)

    lalalala besito tocaya virtual :D

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Black Moustache